No Respondamos a la Injuria

Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente. 1 Pedro 2:23.

Cuán a menudo sentimos que se nos ha tratado injustamente, y que se han dicho cosas falsas de nosotros, y que se nos ha presentado bajo una luz mentirosa ante los demás. Cuando se nos prueba de ese modo, necesitamos mantener un dominio estricto sobre nuestro espíritu y nuestras palabras. Necesitamos tener el amor de Cristo para no albergar un espíritu implacable. No pensemos que a menos que los que nos han ofendido confiesen sus errores estaremos justificados si no los perdonamos. No debiéramos acumular agravios, manteniéndolos en el corazón hasta que el que pensamos que es culpable humille su corazón mediante el arrepentimiento y la confesión... Por más dolorosamente que se nos haya herido, no debiéramos atesorar nuestros agravios y simpatizar con nosotros mismos por causa de las ofensas que se nos han inferido, sino que de la misma manera como esperamos que se nos perdonen nuestras ofensas a Dios, así debemos perdonar a los que nos han hecho mal...

Jesús nos ha dado ejemplo para que sigamos sus pisadas, y manifestemos compasión, amor y buena voluntad hacia todos. Cultivemos un espíritu amable, un espíritu de tolerancia, y un amor tierno y benevolente hacia aquellos que, bajo la tentación, han cometido contra nosotros errores agraviantes. Si es posible, curemos esas heridas, y cerremos la puerta de la tentación quitando toda barrera que haya erigido entre él y nosotros el que haya obrado mal... El Señor se deleita en derramar sus bendiciones sobre aquellos que quieren honrarlo, que quieren reconocer su misericordia, que revelan que aprecian su amor hacia ellos manifestando las mismas características llenas de gracia a los que los rodean.


Fuente: EGW Writings

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