Cuidemos nuestro cuerpo

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 2.

El correcto empleo de uno mismo es la lección más valiosa que se puede aprender. No debemos realizar trabajo mental y detenernos allí, ni hacer trabajo físico solamente; debemos emplear de la mejor manera las diversas piezas que componen la maquinaria humana: el cerebro, los huesos, los músculos, la cabeza y el corazón.

El uso correcto del cuerpo incluye todo el ciclo de las obligaciones hacia uno mismo, el mundo y Dios. Usense entonces las facultades físicas en proporción con las mentales. Cada acto deriva su valor del motivo que lo impulsa, y si los motivos no son elevados, puros y abnegados, la mente y el carácter nunca serán bien equilibrados.

Pertenecéis al Señor, porque él os ha creado. Le pertenecéis por causa de la redención, porque dio su vida por vosotros... Preservad cada parte de la maquinaria viviente para que podáis usarla para Dios. Preservadla para él. Vuestra salud depende del uso correcto del organismo. No malgastéis ninguna porción de las facultades dadas por Dios, ya sean físicas, mentales o morales. Todos vuestros hábitos deben ser puestos bajo el dominio de Dios.


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