Decidimos complacer a Dios

Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. Juan 8:29.

Cristo no vivió para complacerse. Si lo hubiera hecho, ¿dónde estaríamos nosotros ahora?

Si él [Cristo] hubiera decidido hacer esto, hubiera pasado sus días en un mundo de su propia hechura, en la comodidad y la abundancia, y habría reclamado para sí mismo todos los placeres y goces que el mundo puede dar. Pero no tomó en cuenta sus propias conveniencias. Vivió no para complacerse a sí mismo, sino para hacer el bien y derramar sus bendiciones sobre los demás.

El hombre o la mujer que abandonan el lugar que Dios les ha dado, a fin de complacer su inclinación, y actúan de acuerdo con sus propios planes, hacen frente a la desilusión, porque eligen su propio camino en lugar del de Dios.

Nuestro Padre celestial es nuestro Director, y debemos someternos a su disciplina. Somos miembros de su familia. Tiene derecho a que lo sirvamos... No debemos tratar de seguir nuestro propio camino, sino el de Dios, y obedecer su voluntad... Los seres humanos sufren mucho porque se apartan de la senda que Dios les ha elegido para que sigan. Caminan a la luz de las chispas del fuego que ellos mismos han encendido, y el resultado seguro es la aflicción, la intranquilidad y el dolor, que podrían haber evitado si hubieran sometido su voluntad a Dios... Cualquiera sea la senda que Dios nos ha elegido, cualquiera el camino que ha señalado para nuestros pies, es la única senda segura... Con el ojo de la fe, con sumisión infantil, como niños obedientes, debemos mirar a Dios para seguir su dirección, y las dificultades, desaparecerán. La promesa es: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar”.


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