Sabiduría divina

Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella. Proverbios 8:11.

Si Adán y Eva nunca hubieran tocado el árbol prohibido, el Señor les hubiera impartido sabiduría, sabiduría sin mancha de pecado, sabiduría que les habría proporcionado alegría eterna. El único conocimiento que obtuvieron por su desobediencia fue el del pecado y sus resultados.

A través de los siglos, la curiosidad ha inducido a los hombres a buscar el árbol de la sabiduría, y a menudo piensan que están cosechando los frutos más esenciales, cuando, a semejanza de la investigación de Salomón, descubren que todo es completa vanidad, en comparación con la ciencia de la verdadera santidad que les abrirá los portales de la ciudad de Dios. La ambición humana ha estado buscando esa clase de sabiduría que brindará gloria, exaltación propia y supremacía. De ese modo obró Satanás sobre Adán y Eva, hasta que las restricciones de Dios fueron dejadas de lado, y comenzó su educación bajo el maestro de mentiras, a fin de que pudieran tener el conocimiento que Dios les había rehusado.

La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Muchos de los que el mundo llama sabios lo son sólo en su propia estima. Contentos con las adquisiciones de la sabiduría mundanal, nunca entran en el jardín de Dios, para llegar a relacionarse con los tesoros de sabiduría contenidos en su Santa Palabra. Considerándose sabios, son ignorantes con respecto a la sabiduría que todos deben tener para alcanzar la vida eterna.


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